Al sol, a la sangre, al humo y a la felicidad en general.

septiembre 05, 2011

Tuve el miedo en la garganta varias veces, más de las que quisiera. Nudos ásperos y punzantes. Las manos me temblaron por días enteros. Desperté confundida tantas veces.
Un instinto rudimentario, concebido de la simpleza misma de la supervivencia. Un instinto de aferrarme a los conocidos abismos. Estuve convencida en noches insomnes, de abandonarlo todo; de resignarme a mis temores/tumores.
Y sin embargo (adjunto aquí lo que acabas de pensar) algo en la oscuridad de mi habitación yacía dormido. Y vencido el miedo a las noches, vencería el miedo a la jamás antes vista presencia de... lo que sea que hubiere.
Ardí en pesadillas, sintiendo las costillas torcerse, la respiración perder por completo, la movilidad ajena. Episodio.
Y abrí los ojos con los brazos adoloridos, marcas violentas en la piel y el recuerdo más desgarrador que humanamente se soporte. Corrí al baño a vomitar mi odio, la corrosión de mi sangre me afiebraba hasta el delirio.
(No hay forma de evitar una arcada en estas lineas... )

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