Al sol, a la sangre, al humo y a la felicidad en general.

marzo 23, 2011

La torpeza violenta de la que soy presa a menudo...casi siempre me abruma. Violenta es mi boca que no se mi mide y que, castigadora, clava agujas invisibles y delgadas, en las carnes rosas de las cosas que amo, envenenando casi a propósito los pequeños sacos de aire limpio que circulan en el torrente de sangre de quienes quiero.
Violentos son mis ojos que no descansan cuando hay que pelear por conciliar el sueño algunas noches de exorcismos llorones, violentos e impúdicos, perfectos para la desaprobación del alma.
Torpe y violenta, como una tromba marina, desquiciada a ratos, con tendencias fuertísimas a la derrota, a la culpa, a los celos y los males espirituales, que corren libres, campo travieso.
Que me calmen las hojas, que me calmen las inmundicias de otro, plasmadas en tinta negra, que me calme un recuerdo, una pequeña fracción de segundo en el consigo sostener casi sin variaciones un pestañeo largo, una sonrisa espía, una textura idílica. Que me calme la noche y la soledad austera que escondo bajo la cama, a la que le grito improperios (torpes y violentos) cuando la verdad es que no podría vivir en su ausencia/presencia de tantos.

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