Al sol, a la sangre, al humo y a la felicidad en general.

marzo 07, 2011

Mis tierras están compuestas por de ventanales de cristal, ventanales que quiebro y que atravieso, ventanales que son un ojo y ventanales que son escape.
Mis tierras son esa mala influencia melancólica y venenosa, trepa por las venas, se adhiere y no libera, relentiza y no mejora, enmudece y no escucha.
Los animales somos nosotros, en mis tierras no extrañas; somos perros rabiosos en instantes y somos los mismos perros arrepentidos y llorones.
Gimoteamos de verguenza y nos bebemos los orgullos, a solas, en secreto con la luz apagada y la voz baja. ¿Me escuchas?
Susurros.

Y las personas no existen, porque todos ya perdimos el alma o el compuesto X que nos hacía humanos y personas, somos escabrosos restos de lo que fuimos y no tenemos sombra.
Nuestros dedos están siempre fríos.

En mis tierras no tenemos subterraneos,porque estamos en lo más profundo y estamos ciegos, pero creemos ver, y es mentira y lo sabemos y no hacemos más que esperar.
¡Estoy tan aburrida de mis tierras! Pero no hay tren que pueda alejarme, ni distancias que pueda caminar, porque la llevo en el pelo y entre mis bolsillos y cuando duermo se escurre por mi cabeza hasta adentrarse en mi corazón de latido uniforme/artificial/comprobado.

Salí por una ventana un día, uno de los cristales diminutos de mis tierras y caí ahí mismo, donde había empezado, comienzo a pensar que esto es una trampa. Comienzo a pensar que debería... pero... pienso... me detengo... me gustaría otro cigarrillo.

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