Al sol, a la sangre, al humo y a la felicidad en general.

agosto 19, 2011

Como un rompecabezas, el corazón en el estómago y la respiración a través de branquias de reptil.
Un miedo que he sentido antes.
Una voz de madrugada que no logra enervarme.
Sólo recuerdos juveniles, de una historia que me dejó sola; historia patética que llevé hasta hasta las últimas consecuencias.
Ya casi no reconozco tu cara y tus ojos de muerto no me hacen pensar en cementerios.
Y es que ya fue hace tanto que no puedes pedirme nada.
Mis manos están vacías para ti.
Mi angustia ya no se activa con tu nombre.
Ansiedad dormida, ansiedad completamente fallecida.
Dejé lo tuyo y lo mío en una calle de esas de antes, de esas que ya ni me gustan.
Y puede ser que todo haya sido un sueño mío. Puede ser que no hayas existido nunca.
Debe ser la ausencia de tus huellas.
Debe ser que escribimos por separado nuestras nuevas travesías.
Tu y tu puño necrótico, tus palabras asesinas. Tu pinta de poeta inconforme.
Yo y mi puño nostálgico y repetitivo, mi verborreica forma de odiarlo todo. Mi pinta de ratón de biblioteca.
Ya lamimos hasta terminar nuestras ácidas maneras de matarnos con letras.
Esquiva ahora estas lineas de la forma indiferente que yo esquivo las tuyas.
Despidámonos con la poca certeza de siempre.
Despidámonos con los ojos rojos pegados a la pantalla.
Despidámonos para escribir de nuevo.
Y con esta linea final, dejo tu nombre en la basura, sabiendo que el mío descansa torcido en el lugar donde me abandonaste para no vernos más.

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