Al sol, a la sangre, al humo y a la felicidad en general.

agosto 24, 2011

Léase esto con la rabia enferma de un postrado en sus recelos. Como quien quiere asesinar a su madre y le besa la frente húmeda.
Crease perdido el interés por el cuerpo, de esta ánima interna de parpadeante alegría.
Permítanse los ancianos una que otra mirada curiosa ante mi juvenil retraso.
Piérdanse en la noche las respiraciones frías de mis pulmones a punto de largarse a correr.
Ciérrense las persianas del mundo y quédense ciegos todos de golpe.
Paralícense sus pasos y carreras, abran paso a mi presencia imperceptible.
Quisiera no ser vista, ni oída.
Hágase la oscuridad completa en el mundo entero.
Piérdase el ánimo pasivo y sean activadas las miradas lascivas de nuestra crueldad que descansa, azotada entre flores secas, amarrada entre cuerdas vocales.
Gritos escucho, lejanos como puertas que no abrí nunca.
Sentidos pierdo, como apuestas que no me atreví a concretar.
Peligros enfrento, como si me arrojara contra una piedra de cabeza.
Verguenza percibo, en lo más profundo de mi certeza única. Esa que me indica que quien soy por dentro es quien prevalecerá al final de todo.
Y la que soy por dentro, en nada supera al aire agripado la cuidad impertinente, esquivo y escurridizo pero maltrecho y embarrado, como un felino de muelle, como una rata de callejón, como un insecto de corta vida.

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