Al sol, a la sangre, al humo y a la felicidad en general.

agosto 11, 2011

Si me ves triste, no te preocupes es la falta de vitaminas.
La falta de gracia e ímpetu de espíritu, los ojos hinchados y los labios dulces de lágrimas.
En mi pecho estalla el infinito cielo grisaseo de la cuidad acelerada, en mi cabeza marchan los ruidos de la congestión urbana.
(Y me sorprendo a mí misma, relatándolo en cámara lenta, doble dosis de lisérgica nostalgia...)
Y mi boca que no produce sonidos, mis cuerdas vocales oxidadas, gastándose en las cañerías antiguas de mi estructura ósea. Y mis oídos que escuchan susurros en vez de voces e idiomas extranjeros en vez del propio.
Mi piel otoñal que desconoce el invierno y mira con recelo tras la ventana de una micro, mi piel otoñal que se eriza en tu nombre y se destiñe en el día. Mi piel que no resiste golpes y se amorata tan fácil, mi piel que me abriga poco y me hace lucir cansada, mi piel rasgada como terciopelo de burdel barato... Mi piel y la tristeza que no es tristeza si no falta de vitaminas.

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