Al sol, a la sangre, al humo y a la felicidad en general.

abril 30, 2011

Vomité pájaros tristes, me revolqué en el lodo de una granja. Lloré desconsolada a los pies de una estatua. Clamé justicia, cometí delitos, me sentí un fraude.
Paseé desnuda, me arropé con mentiras.
Asesiné a mis amigos, robé la piel de mi perro.
Me comí un caballo entero. Sangré tres semanas seguidas.
Mi cerebro se golpeó fuerte, mis ideas se estrellaron en el cielo.
Me arranqué las uñas. Hice de todo un poco. Hice nada por mucho tiempo.
Me tropecé contigo un día cualquiera.
Te hablé del miedo, te hablé en claves.
Te conté un secreto, te seguí en un sueño.
Caminé contigo por calles que no conocía, aterricé en tus manos varias veces.
Me volví loca y cerré los ojos.
Los abrí.
Te quise de inmediato.
Canté canciones para calmar los nervios, amarré mi muñeca para controlar la ansiedad.
Te veo y no puedo dejar de verte.
Te veo y no quiero dejar de verte.

abril 25, 2011

¿Qué pasa con esas horas que no llegan?
Que pasa con eso y las cosas que esperamos que sucedan y los fenómenos que queremos ver a diario, y los cielos apocalípticos que no dejamos de admirar nunca.
Los minutos eléctricos que nos cortan la garganta, las canciones que no queremos que acaben, los soles que no queremos que aparezcan, porque no nos importaría vivir en la oscuridad absoluta, con nuestras sombras dormidas y los ojos siniestros prendidos, como si fuera un incendio...
Y a donde van esos latidos más fuertes de lo usual, que nos revientan las venas y nos hacen sangrar por dentro, hasta estar asfixiados y pedir aire y estar tan cerca de la muerte que nos sentimos afortunados, aunque no sintamos el cuerpo...
Inconexia, cuando pierdo el hilo que me une conmigo misma.
Sensación redonda, sólida y pesada. De hierro. De tragar hierro.
Ganas de romper algo y romperme los dedos.
Confusión en su incipiente estado. ¿Qué pasa? ¿Qué hacía? y ¿Por qué?
Y no es que no recuerde, es que me pierdo en mi propio mapa y siento un remezón interno, un tambaleo de ideas, una distorción de lo que digo y lo que quiero decir.
Y no me salen palabras, sé lo que es quedarse sin palabras, mirando alrededor sin tener muy claro de que va todo esto. No poder hablar. Quedarse repentinamente muda. O peor aun, sólo atinar a excusar mi percance con un desface que no termino de entender.
Verguenza, porque mi mirada se sabe perdida y se encuentra con otra y no sé que decir y quiero arrancar... Verguenza porque mis palabras se tropiezan y no evito comentar las sombras que veo, los gatos, las ramas que no existen, las figuras que invento.
Inconexia. Fuera de linea con quien sea que está en mi interior.
Laguna semiconsciente de tartamudeo y pestañeos rápidos.
Temor. Inconexia. No saber donde estoy ni porque.
Lanzar algo contra la pared, disfrazarlo con espontaneidad. Lanzar algo para volver en sí, para dar un respiro hondo y recobrar el control.
Intentar Conectar.

abril 21, 2011

Un día me pregunté y me preguntaron, si guardo este sentimiento gris dentro de mi para poder escribir/sobrevivir, que en mi caso vendría siendo casi lo mismo...
Y yo me puse a pensar.
Y es probable que ese sentimiento gris nunca haya sido tal, puede haber estado disfrazado de sentimiento pero en el fondo era una guarida, era un secreto, era una realidad de ciega. Y hay días en los que me culpo, por esconderme tanto en la guarida y arruinarla de a poco, a veces después de las teclas vienen reproches nocturnos. Y después de una idea vienen las ganas de matarse o matar a al menos uno de los tres... porque son tres que esperan, que brillan con los reflejos eléctricos de mi, como anfitriona.
Y quizá yo en sí sea un sentimiento que muta...
Ring de mi teléfono, yo no puedo estar acá ahora...
Sale La anfitriona, Katrien se esconde, Josephine da arcadas. Yo contesto...

abril 20, 2011

Un día hablaba contigo sobre lo que sería quedar flotando en la nada...
Quedarse sin sentidos, ciego ante algo que ni siquiera puedo imaginar, sordo ante el ruido espantoso del silencio, no sentir mis manos, no sentir calor, no sentir frío...
Esperar que se acabe el aire y morir.
Tus labios se movían relatándome los horrores imaginarios de quedar desplazado en la nada, de salir por expulsión de la tierra y que todo se acabe de golpe. Y yo, con los ojos cerrados y las manos heladas, temblaba por dentro, como un papel azotado por el viento, temblaba de miedo, de desconcierto, de desesperanza... Gritaba que no quería, que no me imaginaba un peor destino, que no podría dejar de verte, que no quiero sofocarme en el ruido que hacen mis pensamientos chocando.
Tu mente corría rápido y me envolvía en una situación perdida, en una escena sin diálogo, en una oscura prueba de obstáculos y creo... no estoy muy segura, pero es algo que haría ahora, así que es algo que probablemente hice en ese momento, creo que te abracé y creo que se me quitó el miedo y sentí la temperatura de tu cuerpo y recuperé el aliento y me sentí a salvo y en tierra.
Y tus brazos me rodearon y aunque volví a sentir el vértigo, el golpe de corriente y la aceleración del pulso, al menos tenía la seguridad borrosa de que no estaba en el vacío, de que no estaba flotando, de que no había sido condenada y de que se me habían perdonado los pecados.
No puedo decirte otra cosa, si no que lo siento. Ahora, después de hace bastante tiempo, no me había dado cuenta antes del dolor que... claramente te causé.
Pero creo que actuaría mil veces más de la misma forma.
Eres una buena chica y yo no tanto, así que las malas acciones déjamelas a mí, las malas decisiones, las actitud egoístas... puedo cargar con la culpa, puedo cargar con tantas cosas que a veces en serio me cuestiono ser humana, porque un ser de hombros frágiles como los míos no podría soportar lo que ha soportado siendo una simple humana.
Y ahora ese peso se desvaneció en la noche, se escapó por la ventana cuando la dejé abierta y me dejó dormir después de varias noches raras...
Me sorprendes, yo no sé que hubiera hecho en tu lugar si alguien como yo me hiciese lo que te hice, tan deliberadamente, tan malditamente en tu cara y hasta casi, con una sonrisa de la que no me enorgullezco en el rostro...
Por eso te quiero, porque eres una chica especial y fuerte, a diferencia mía que casi todo lo hago con miedo.
Y sólo quiero que sepas algo... que un día, si quieres vengarte estaré dispuesta.
No recibiré tu golpe con los ojos cerrados, eso sería menospreciarte y no quiero hacerlo de nuevo. Estaré atenta, con los ojos muy abiertos y pelearé si es necesario, actuaré como una demente, finalmente caeré rendida y dejaré que me quites lo que quieras, porque lo tengo más que merecido.

abril 18, 2011

Que se me corra el maquillaje por los ojos, que me duelan los dientes en las noches.
Que se apaguen las ideas en cualquier minuto, dejándome desprovista y expuesta en un desierto de mierda.
Que me miren de reojo los ojos que no me importan, que hablen a mis espaldas las bocas que no escucharía nunca, ni loca ni drogada, ni espantada en cualquier fúnebre noche.
Que se lastimen mis muñecas de nuevo.
¡Tú morirás! ¡Tú no puedes ganar!
Somos tres acá adentro.
Francia cae gotas sobre mi cabeza...
Desperté y estaba al otro lado de mí misma, escribo esto sin que sean mis manos las que tiemblan y con música clásica en mi cabeza.
Soy tan distinta y opuesta a lo que suelo ser sin desdoblarme, tan diferente que hasta me agrado más.
No sé como me ocurrió esto, esto de irme, irme de mi cabeza, cabeza de revolver...

abril 17, 2011

Hoy día no tengo nombre y no me importa en lo absoluto.
Disfruté cada momento de mi día bajo anonimato.
Me gusta mirar las formas que se dibujan en mi techo.
Me gusta el sonido del tren que se mete en mi ventana porque es lo único que aparece a diario sin falta.
El desorden de mi ropa arrugada es mi mejor amigo.
Me gusta comer, hoy me comí el hígado de mi madre.
Me gusta dormir, hoy derroté a 3 almas aburridas que me perturban en las noches y salí sin ningún rasguño.
Me gusta darme cuenta de que puedo enloquecer en cualquier momento.
Me gusta que cada segundo pueda ser el último.

No tengo nombres, tengo lagunas mentales pocas veces al año.
Abro los ojos estando en un lugar al que no recuerdo como llegué.
No sé cuanto tardo en vestirme cada mañana.
No me gusta el sabor del alcohol en mi boca, pero necesito quemarme la garganta cuando mi cerebro se duerme y las emociones me aceleran.
Requiero de un trato especial para no querer matarme a diario.
Requiero de sonrisas sinceras pero no excesivas, de ternura y violencia, de tortura y carisma.
Me gusta hidratarme, hoy bebí tres litros de sangre.
Me gusta caminar sola.
Me gusta caminar con alguien al lado derecho.
Me gusta caminar con alguien a cada lado.
Me gusta caminar detrás de las personas de noche, seguirlas despacio.

Locura... Es como querer perseguir mis pupilas cuando cierro los ojos hasta desmayarme.

abril 16, 2011

Siempre manipulo, miento, tergiverso hasta confundirme a mí misma, hasta no confiar en mis palabras, en mi voz interna, en mi instinto domesticado, en mi masiva forma de simulación.
Y es la única forma que tengo de ser sincera y perdonar mis arranques de ley de hielo, mi constante tendencia al encierro, paranoico estado virtual.

abril 14, 2011

Ayuno de palabras hirientes, despojo del ardor de mis párpados.
Inútil invocación a invierno/incendio de mis rencores.
Ausencia de ira.
Dulzura terrible, abandono del miedo.
Pintura grotesca de una semana en coma.

Pusilánime conducta que me sacó de aprietos.
Renovada existencia a la sombra de la calle, a salvo.
Inyección.
Trago dulce.
Parpadeo al son del trueno.
Relámpago de sangre.

Y después de esa vuelta larga y tóxica, regreso cansada a mi cama.
Escondo mi cara en la almohada.
Pido perdón a las divinidades originarias.
A los entes floridos, a mis principios dormidos.
A veces me estremezco con las sonrisas amargas o pierdo el pulso entre tanta pesadilla, olvido un zapato en un paisaje que no he visitado.
Amanezco con la cabeza en las nubes, asustada de una realidad que pudiera ser cierta, sin poder moverme de la cama, con los ojos aguados de tierna desesperación. Y suelto una carcajada silenciosa cuando recobro los sentidos de a poco y me descubro en donde debería estar, una noche sin perderme, una madrugada que no me lastima.
A veces busco el peligro a propósito y me tiro de un salto desde el edificio mas alto que vean mis ojos y busco el vértigo y la caída amortiguada por mi voluntad entorpecida.
Y las emociones se mezclan en una sola y me hacen perder la cabeza y el estómago y tiemblo con el sudor frío que recorre mi espalda, mis dientes se astillan y mis dedos se crispan y es un breve dolor, es un breve momento de satisfacción al lado opuesto, el valor absoluto del placer que no se justifica y se calla y se guarda en un cajón, junto a mis pastillas y audífonos, a mis papeles arrugados y a lo que leo sin decirle a nadie.

abril 10, 2011

Me escondí de la luminosidad del día, me enfermé con cada sonrisa que me dispararon a la cara y sin quererlo demasiado perdí la conciencia de mis actos pendencieros.
Recapitulé en secreto los fraudes de mi infancia, sostenida a penas por el hilo de la memoria y el tiempo se transformó en arena, en ríos tornasoles, en rafagas de viento.
Pronto, más pronto de lo que pensé estaba perdida en el espiral de humo que me arrastraba por las tardes, por las noches y madrugadas sin sueño. Y no quise escapar.
Los días dejaron de tener sentido, el sol dejó de importarme y aunque estuviera impreso en mi costilla derecha, seguía siendo opaco ante mis ojos enardecidos. Y me enamoré de la luna y la seguí como una loca durante días completos, la admiraba en mis momentos lúcidos, en los que la risa estúpida no me sacudía el rostro... Y me acompañaba con ella de vuelta a mi pieza, con la marcha tambaleante y a mi lado algunas personas en las que no confío.
Se me hicieron agua los motivos, se derritió el control que creía tener y vagué por los rincones asperos de mis vivencias tergiversadas.
Hasta las estrellas me dejaron sola, se escondieron tras las nubes que maldije y sació mi sed la sangre propia e imaginaria de mi reflejo encerrado en una cápsula magnética, que nunca me dice cuando llega, que no me suelta aunque lo quiera y que reaparece incluso aunque no lo crea.

abril 02, 2011

El perdón después de los años, la humanidad perdida, los ojos sabios extraviados en los rincones infantiles de lo que fuera antes un paraíso recién encontrado.
La caricia pasajera sin intención de daño, de aprehensión ni tortura. La mirada compasiva, las palabras con ternura que calman los vientos molestos de mis huesos que se trizan por las noches.
Reconocimiento respetuoso de nuestros años juveniles, el rencor queda en la esquina con el polvo de los fantasmas, con los cuerpos corroídos que dejamos de ser.
Y me sirve caminar con tu sombra, escudarme en tu mente aislada y pasear como si fuera nueva en la cuidad, pasear como si no me importara nada y quedarme callada cuando me tiembla el ánimo y reirme contigo de lo que ya a nadie le causa gracia.