Al sol, a la sangre, al humo y a la felicidad en general.

abril 25, 2011

Inconexia, cuando pierdo el hilo que me une conmigo misma.
Sensación redonda, sólida y pesada. De hierro. De tragar hierro.
Ganas de romper algo y romperme los dedos.
Confusión en su incipiente estado. ¿Qué pasa? ¿Qué hacía? y ¿Por qué?
Y no es que no recuerde, es que me pierdo en mi propio mapa y siento un remezón interno, un tambaleo de ideas, una distorción de lo que digo y lo que quiero decir.
Y no me salen palabras, sé lo que es quedarse sin palabras, mirando alrededor sin tener muy claro de que va todo esto. No poder hablar. Quedarse repentinamente muda. O peor aun, sólo atinar a excusar mi percance con un desface que no termino de entender.
Verguenza, porque mi mirada se sabe perdida y se encuentra con otra y no sé que decir y quiero arrancar... Verguenza porque mis palabras se tropiezan y no evito comentar las sombras que veo, los gatos, las ramas que no existen, las figuras que invento.
Inconexia. Fuera de linea con quien sea que está en mi interior.
Laguna semiconsciente de tartamudeo y pestañeos rápidos.
Temor. Inconexia. No saber donde estoy ni porque.
Lanzar algo contra la pared, disfrazarlo con espontaneidad. Lanzar algo para volver en sí, para dar un respiro hondo y recobrar el control.
Intentar Conectar.

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