Al sol, a la sangre, al humo y a la felicidad en general.

julio 11, 2011

Del suelo emerge a gotas que se quedan pegadas en el techo. Yo las miro, no tienen sentido.
Se quedan mirándome, clavando su brillo esfera en mi. Yo me asusto, las desafío.
La gravedad no las conoce... Es como... Como si sólo estuvieran ahí, sin motivo aparente; como el llanto de alguien increíblemente feliz.

De las paredes sale el vapor de la tibieza que no existe. Yo lo siento en mi brazo desnudo, no tiene sentido.
Es como si la pintura maltratada de las murallas despidieran un último aliento de vida, yo ya las extraño.
Mi piel las soporta, a riesgo de morir esta noche afiebrada y sola. Balbuceante, estúpida... Increíblemente confundida.

El cielo está verde, casi puedo arrancar las plantas que llueven sobre mi pelo, no tiene sentido.
Estiro mis dedos fríos lo más que puedo pero es inútil, están lejos... tan lejos.
La resignación me arropa, me venda los ojos con el delicado dolor de un alfiler clavado en medio de mi pecho.

No tiene sentido, está todo increíblemente confabulado. ¿Son alarmas o son mis exageraciones?

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