Al sol, a la sangre, al humo y a la felicidad en general.

julio 17, 2011

Era de noche y había muerto dios.
Estaba en un mundo histérico, dominado por bacterias que comen carne.
Las calles repletas de basura eran el atractivo turístico de la cuidad sin nombre.
Había un agujero en el cielo con la promesa de que todo ardería pronto.
El aire que se respiraba se llamaba sufrimiento, la muerte deambulaba por su calle.
Los puntos suspensivos son su futuro.
La audacia de su anonimato conservan mi ímpetu.
El sol lo verá mañana, cuando las horas que pasen por estas paredes le regalen un nombre, cuando el amanecer tardío de mis ojos redondos (quizá) recuerde anteceder por él ante el juicio de la autocrítica y la inspiración que de pronto se me escapa como un suspiro.

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