Los amaneceres de la paranoia, repletos de cables sueltos, sonoros cortocircuitos que rasgan mi piel como un pañuelo terso.
Huelo mis células chamuscadas y arrugadas. Quito las láminas de carne despacio, me despellejo y sangro. Mi carne abierta como un rosado sacrificio.
Y mis ojos siguen clavados en la pared de enfrente, mártir de causas estúpidas que invento, filosofía antigua y derrocada por la simplicidad de ver el cielo.
Paradigma espontaneo de golpizas.
Rítmica estructura. Compás asqueroso de mi voz.
Amanecer esporádico y eléctrico.
Amanecer caótico.
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